Un campeón inconforme
Fiel a su estilo frontal, Bryson DeChambeau describió Royal Portrush como “un campo diabólico”. El californiano sabe que el 153.º Open Championship (17-20 de julio) exigirá algo más que potencia desmedida: “El driver será la llave, sobre todo cuando soplen vientos cruzados; necesito controlar la pelota”, comentó pocos días antes de viajar a la costa de Antrim. Sus palabras llegan en un momento agridulce: tras un arranque de año brillante en los grandes –quinto en el Masters y subcampeón del PGA–, el defensor del título del U.S. Open se quedó fuera del corte en Oakmont, un revés que él mismo califica de “llamada de atención” y que pretende transformar en motivación.
Un 2025 de luces y sombras
A sus 31 años y con dos U.S. Open en el palmarés (2020 y 2024), DeChambeau combina destellos de genialidad con episodios de frustración. En Oakmont se convirtió en el primer campeón defensor que no supera el corte desde 2020 al firmar un 77 el viernes. Sin embargo, su inicio de temporada confirma que, cuando encuentra la línea, es candidato a todo: top-5 en Augusta y pelea hasta la última bandera en Valhalla dan cuenta de ello. “Estoy decepcionado por no haber ganado aún este año, pero sé que el juego está cerca”, insistió.
El laberinto costero de Portrush
La joya de Dunluce Links presenta 7.381 yardas (par 71) de calles onduladas, rough denso y greenes firmes que se asoman al Atlántico Norte. Fue sede del Open en 1951 y 2019, edición recordada por la victoria del irlandés Shane Lowry. Hoy su tarjeta mantiene clásicos intimidantes como el par-3 16 “Calamity Corner” o el par-4 5 “White Rocks”, donde el viento puede cambiar un hierro medio por un híbrido. DeChambeau, acostumbrado a domesticar campos a base de músculo, deberá moderar su agresividad y priorizar ángulos de salida si quiere optar a la Jarra de Clarete.
Ciencia aplicada al swing
Desde sus célebres hierros de una sola longitud hasta la obsesión por la biomecánica, el estadounidense ha convertido la preparación en un laboratorio itinerante. Este curso ha sometido a prueba un prototipo de driver desarrollado con LA Golf que promete potenciar distancia sin sacrificar dispersión, pieza clave para los hoyos estrechos de Portrush. Además, trabaja con un radar portátil para simular ráfagas laterales y ajustar los “spin loft” ideales que mantengan la bola baja cuando el clima norteño se complique.
Más que un major en juego
En la clasificación para la Ryder Cup 2025 de Bethpage Black, DeChambeau ocupa el quinto lugar y persigue un billete automático. No oculta su respaldo al capitán Keegan Bradley como eventual “player-captain” y ve el Open como la oportunidad perfecta para sellar su plaza. El desafío no es menor: nombres como Justin Thomas o Collin Morikawa acechan, y cada punto cuenta en un ranking que se definirá en agosto. Con el LIV Golf aún marcando su calendario, el californiano sabe que los majors son su principal escaparate competitivo.
¿Qué podemos esperar?
Si algo ha demostrado Bryson es su capacidad para reinventarse. Royal Portrush exigirá paciencia, lectura del viento y un putt inspirado en superficies irregulares. Su éxito dependerá de equilibrar la brutal velocidad de palo (cercana a 200 mph) con rutas conservadoras que mantengan la bola en juego. Con el recuerdo fresco de Shane Lowry triunfando entre aullidos de la afición local y un campo listo para penalizar el mínimo error, el “Profesor” llega con la lección clara: precisión primero, potencia después. De lograrlo, podría añadir el Claret Jug a una vitrina que él mismo considera incompleta.