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Récords intactos: los birdies longevos que desafían el presente del golf

Por Redacción

En una temporada marcada por la irrupción de nuevos talentos y la consolidación de estrellas como Scottie Scheffler, hay récords que permanecen intocables como silenciosos guardianes del pasado. Uno de ellos, tan improbable como fascinante, vuelve al foco con motivo del Travelers Championship 2025: el legendario registro de nueve birdies consecutivos, establecido por Mark Calcavecchia en 2009 durante el RBC Canadian Open.

A lo largo de los años, numerosos intentos han rozado esa cifra mágica, pero ninguno ha logrado superarla. Ni siquiera figuras del calibre de Rory McIlroy, Jon Rahm o Justin Thomas han podido encadenar una secuencia tan letal. En un deporte donde los márgenes son mínimos y los errores se castigan con crudeza, lograr nueve birdies seguidos no es solo una demostración de excelencia técnica, sino también de templanza mental, inspiración momentánea y, por qué no, una pizca de fortuna.

El récord en cifras

Para dimensionar la magnitud del logro, basta recordar que la media de birdies por ronda entre los mejores del PGA Tour ronda los 4,5. Encadenar nueve seguidos significa prácticamente hacer medio recorrido perfecto, sin fallos ni parones en el ritmo de juego. Además, requiere que el campo y las condiciones acompañen: greenes receptivos, calles limpias y una climatología estable. Calcavecchia lo logró en el recorrido de Glen Abbey, en Ontario, firmando del hoyo 12 al 2 una racha tan inusual que aún hoy despierta incredulidad.

Desde entonces, varios jugadores han logrado ocho birdies consecutivos, entre ellos Tiger Woods y Viktor Hovland, pero ninguno ha alcanzado el noveno.

Travelers Championship 2025: un nuevo intento frustrado

Este año, en el TPC River Highlands de Connecticut, el británico Tommy Fleetwood llegó a hilvanar seis birdies consecutivos durante la segunda ronda, despertando murmullos de expectativa entre público y comentaristas. ¿Podía ser el día? Al llegar al siguiente par 3, un ligero error de distancia y un putt que rozó el hoyo pusieron fin a la racha. Scottie Scheffler también encadenó cinco birdies en la jornada inaugural, pero su intento se desmoronó con un bogey al siguiente hoyo.

Consultado al respecto, Scheffler fue tajante: “Ese récord no se rompe, no por falta de talento, sino porque la presión interna te traiciona. Cuando haces cinco seguidos, ya estás haciendo cuentas. Y eso, en golf, te puede costar caro”.

Rory McIlroy, por su parte, también bromeó sobre ello: “Tendría que jugar en el simulador de mi casa con el viento apagado y los hoyos más grandes”.

Una marca emocional

Más allá de las estadísticas, los birdies consecutivos tienen un componente emocional único. Cada uno de ellos es una pequeña victoria. Lograr varios seguidos cambia el cuerpo del jugador: la respiración se altera, los caddies se vuelven más cautelosos, el público contiene el aliento. Se genera un aura especial, una sensación de que algo excepcional está por suceder. Esa es, precisamente, la magia de estos récords: que no necesitan trofeos para convertirse en leyenda.

En un deporte marcado por la constancia, los récords fugaces son joyas raras. Pueden suceder en una ronda cualquiera, a un jugador inesperado, y sin embargo quedan grabados con la misma intensidad que un major ganado.

¿Quién será el siguiente?

La evolución del material, los avances en lectura de green y la preparación física de los jugadores actuales podrían llevar a pensar que este récord está cerca de caer. Pero, como han demostrado los últimos años, aún no ha nacido quien lo logre. O quizás sí, y solo está esperando el campo, el día y la inspiración adecuada.

En tiempos de récords digitales, estadísticas en tiempo real y repeticiones instantáneas, hay marcas que siguen teniendo un aura mística. La de los nueve birdies consecutivos es una de ellas. Intangible, difícil de explicar y todavía más difícil de replicar.

Porque en el golf, como en la vida, hay momentos en que todo fluye. El reto es lograr que duren más de lo que parece posible.